¡Salud, Pionero!

Bosquepetreo está repleto de basiliscos, unas criaturas temibles que aterran y repelen a la mayoría de los humanoides. Allí, los grimorlocks sacan provecho de esto, ya que debido a su ceguera son inmunes a su mirada petrificante. Llegan incluso a criar a los basiliscos y alimentarse de su carne y huevos, como si se trataran de simples gallinas o serpientes. Sin embargo, no todos los basiliscos son domésticos. La mayoría son salvajes y se dirigen a morir a una especie de fosa común. Inspeccionando la fosa, encontré algo cuanto menos curioso: un esqueleto de unos 15 pies de longitud.

No es la primera vez que veo restos de criaturas más grandes de la media. El xion provoca mutaciones y estas incluyen un crecimiento desmedido. Mi curiosidad más bien residía en comprobar si seguía habiendo ejemplares similares. Dado que tan solo los grimlocks pueden rondar por Bosquepetreo a salvo de la fauna, es un territorio mayormente inexplorado, salvo para ellos. Incluso traduciendo su primitivo lenguaje a través de medios mágicos me resultó complejo entenderlos, y llegué a la conclusión de que saldría mejor parada si simplemente exploraba por mi cuenta.

Tardé más de lo que quiero reconocer en recorrer la totalidad de Bosquepetreo; orientarse entre esta nube de polvo y paisaje repetitivo requirió poner a prueba mis dotes de exploradora. Además, por el camino encontré otros elementos de gran interés que quedan registrados en los otros apartados de este informe. Encontré muchos basiliscos de un tamaño mediano, y fue el pararme a observar uno de ellos (Obviamente, sin ser observada de vuelta por él) lo que me permitió dar con el premio gordo. Llevaba consigo lo que sin duda era un resto humanoide petrificado, que arrastraba sin devorar. Decidí seguirlo, curiosa por saber si lo llevaba a sus crías.

Lo seguí hasta la periferia de la gran bóveda en la que se encontraba este territorio, donde vi a mi presa escabullirse con dificultad por una pequeña grieta en la pared. La zona estaba repleta de pisadas de basilisco que dan a entender que era muy concurrida. Tras esperar un minuto, entré en la grieta, procurando ser todo lo discreta que mi entrenamiento, equipamientos y conjuros me permitían.

Tras cruzar un entramado de túneles estrechos llegué a una cámara en el interior de la montaña donde descubrí un enorme nido de basiliscos y el destino de todos los restos de comida que llevaban. No eran para las crías, sino justo lo contrario: Se lo llevaba a su progenitora. Ante mí se encontraba una basilisco gargantuesca, de más de 30 pies de longitud, cuyo cuerpo era claramente incapaz de salir de allí a través de incluso el más amplio de los túneles que conectaban con el lugar. Donde debían encontrarse sus ojos había cuencas marcadas con cicatrices de alguna pasada batalla, al igual que el resto de su cuerpo. Completamente ciega, parecía subsistir gracias al alimento que le traían, había al menos otros cinco basiliscos menores acompañándola, incluyendo aquel a quien yo había perseguido.

Lo único atractivo del lugar eran los restos de las presas. En el suelo se acumulaban las prendas y equipamientos de los incautos que habían sido arrastrados a aquel lugar, y estos segura de que llegué a ver alguna pieza de particular valor. Pero quise ser prudente y vivir para contarlo, por lo que no perturbé el descanso de aquella bestia y marché para poder redactar este informe.

Fin de la parte 5 de 12 del informe de Bosquepetreo

 

 

Saadhak Se-Gahara de Keizharanes,

Erudita Exploradora de Vajra